Te voy a contar la historia de Alejandra Saracho, una mujer que tiene una relación súper cercana y profunda con el fútbol. Es de esas personas que viven y respiran el deporte, pero su viaje en este mundo no ha sido solo como espectadora, sino también como mamá de futbolistas y jugadora amateur. La vida le ha dado más de una lección con la pelota.
Todo empezó cuando su hijo Paul Bellón, que ahora juega profesionalmente en el León, decidió que quería dedicarse al fútbol desde bien pequeño. Alejandra, como toda mamá orgullosa, siempre estaba en primera fila en los partidos, pero con una particularidad: ella era de esas mamás que gritaban sin parar. ¡Literal! Si había algo que hacer mal en el campo, seguro Alejandra lo gritaba desde la banda, como si de verdad pudiera cambiar la jugada con sus palabras. La pasión le salía por los poros, pero también la exigencia. Paul siempre fue muy disciplinado, pero eso no evitaba que Alejandra se desahogara desde las gradas, como si fuera la entrenadora más estricta del mundo.
Pero aquí viene el giro interesante. Con el tiempo, Alejandra no solo se quedó en la línea de banda, sino que decidió calzarse los tacos y empezar a jugar al fútbol ella misma. Ahí fue cuando la vida le dio una buena lección. Resulta que jugar no es tan fácil como se ve desde fuera. Los gritos que lanzaba con tanta energía ahora tenían un nuevo contexto, porque cuando estás dentro del campo, todo cambia. Hay que correr, pensar rápido, aguantar las patadas y, claro, no siempre se puede hacer lo que se tiene en mente. Así que Alejandra empezó a ver el fútbol con otros ojos. Eso de criticar desde fuera ya no era tan sencillo cuando ella misma estaba sudando la camiseta. Ahora entiende mejor a su hijo y ha aprendido a ser más paciente y comprensiva. ¡Quién lo diría! El fútbol, además de ser una pasión, se convirtió en una especie de escuela de vida para ella.
Pero el fútbol no solo toca la vida de Alejandra y Paul. Resulta que otra de sus hijas también siguió los pasos de su hermano y se metió de lleno en el mundo del fútbol, llegando a jugar en Chivas Femenil. Sin embargo, la vida le tenía otro plan. Una lesión la obligó a retirarse de las canchas, y aunque fue un golpe duro, su espíritu luchador la llevó a buscar nuevos horizontes. Ahora la está rompiendo en el modelaje y la actuación. Alejandra, como la mamá incondicional que es, ha estado ahí para apoyarla en todo momento. Le recuerda siempre que, aunque tuvo que dejar el fútbol, esa experiencia no fue en vano. Todo lo que aprendió en el deporte lo lleva ahora a su nueva carrera, y el éxito sigue siendo parte de su vida, solo que en otra cancha.
Alejandra reflexiona mucho sobre cómo el fútbol ha influido en su vida y en la de su familia. Ahora juega regularmente, y aunque ha tenido sus momentos de frustración y rabia (vamos, ¿quién no los tiene?), ha aprendido a canalizar esa energía de manera más positiva. Claro, no todo ha sido perfecto. Ha habido momentos en los que su carácter la ha llevado a comportarse de formas que después lamenta, pero al final del día, el fútbol le ha dado más cosas buenas que malas. La conexión que ha creado con el deporte es profunda, y eso se refleja en la manera en que apoya a sus hijos y en cómo disfruta del juego ella misma.
Así que la historia de Alejandra Saracho es mucho más que la de una simple aficionada. Es la historia de una mujer que ha evolucionado junto con el fútbol, aprendiendo a ser una mamá más comprensiva, una jugadora apasionada y, sobre todo, alguien que sabe que el deporte es mucho más que ganar o perder. Es un viaje lleno de lecciones, sacrificios, alegrías y momentos que nunca olvidará.