La tendencia a priorizar la apariencia sobre el rendimiento en el fútbol femenino es un problema que refleja los estereotipos de género que han existido durante mucho tiempo en nuestra sociedad. A menudo, las futbolistas no solo tienen que demostrar su talento en la cancha, sino que también enfrentan la presión de cumplir con ciertos estándares de belleza, algo que rara vez se les exige a los hombres en el mismo deporte.
En el fútbol femenino, esta obsesión por la apariencia se ve en cómo los medios de comunicación, y a veces el público en general, se enfocan más en cómo lucen las jugadoras que en cómo juegan. Es común ver artículos o entrevistas que destacan su peinado, su vestimenta, o si son “atractivas”, en lugar de hablar de su habilidad para driblar, hacer un pase perfecto o marcar un gol decisivo. Este tipo de cobertura no solo es injusta, sino que también refuerza la idea de que, para ser exitosas o reconocidas, las jugadoras deben ser bonitas, además de ser buenas en lo que hacen.
Este enfoque en la apariencia no es solo superficial, sino también perjudicial. Al darle más importancia a cómo se ven las jugadoras en lugar de cómo juegan, se desvía la atención de todo el esfuerzo, la dedicación y el talento que han puesto para llegar a donde están. Las futbolistas entrenan duro, superan lesiones y pasan horas perfeccionando su técnica, pero a menudo se les desvaloriza por un sistema que parece valorar más la imagen que las habilidades.
Además, esta fijación con la apariencia contribuye a la desigualdad de género que sigue existiendo en el deporte. Mientras que los jugadores masculinos son elogiados principalmente por su rendimiento en el campo, las mujeres tienen que lidiar con la presión adicional de ser “agradables a la vista” para recibir atención y respeto. Esto refuerza la idea errónea de que el fútbol femenino es menos serio o menos emocionante que el masculino, lo que a su vez afecta la cobertura mediática, el apoyo financiero y la atención del público.
Esto tiene consecuencias más allá del campo de juego. Las jóvenes que aspiran a ser futbolistas pueden sentir que su valor como deportistas depende de su apariencia, lo que puede desmotivarlas o hacerlas sentir inseguras. A la vez, las jugadoras que no encajan en estos estándares de belleza a menudo son ignoradas o subestimadas, a pesar de su talento y logros.
Es crucial que cambiemos esta mentalidad y empecemos a valorar a las futbolistas por lo que realmente son, atletas talentosas que merecen reconocimiento por su rendimiento, no por su apariencia. Esto significa que los medios, los aficionados y las organizaciones deportivas deben centrarse más en el talento, la técnica y la pasión que las jugadoras muestran en cada partido. Al hacerlo, no solo promoveremos una visión más justa del deporte, sino que también ayudaremos a romper los estereotipos de género que han limitado a las mujeres en el fútbol y en otros ámbitos.